Para evitarnos picores, problemas e infecciones por tan molesta y, en ocasiones, peligrosa plaga desmontemos primero alguna que otra falacia sobre los parásitos Phthiraptera. Y es que, como tantos otros males, puede controlarse, al menos hasta cierto punto, si poseemos la información adecuada.
Para evitar los piojos, evitar el contacto
Para empezar, no sólo es que no tengan alas, como la segunda parte de su nombre (áptera) indica. Es que son incapaces de saltar, de modo que su transmisión se da por contacto directo o, menos habitualmente, a través de peines o gorros. No como nos hacían creer las campañas publicitarias de antaño, saltando de cabeza a cabeza a varios metros -o centímetros o distancia. Sin contacto, no hay contagio.
Otra falsa creencia que hemos de abandonar es que las mascotas transmiten piojos. La subespecie que se transmite a los humanos no parasita a los animales, de modo que no culpemos al perro más que de rompernos los calcetines.
Una última mentira: el piojo no se cría mejor ni peor por la higiene o la ausencia de ésta. Se dan infestaciones entre el 5 y 15 por ciento de la población en edad escolar, independientemente de sus hábitos de higiene, longitud del cabello, nivel sociocultural
Revisión y prevención
Para evitar que estos insectos nos amarguen el día, revisemos frecuentemente el cabello de los chicos -principalmente detrás de las orejas y en la nuca. Si vemos insectos marrones de 2 a 3 milímetros y móviles, sospechemos que se trata de estos bichitos. Si se trata de huevos blancos pegados a la base del cabello que no se desprenden con facilidad, nos enfrentamos a sus huevos: las liendres.
Para evitar contagios, y ya que no podemos esquivar siempre el contacto directo -mucho menos en niños, no compartamos peines, gorros, gomas ni diademas. Si no podemos evitar infestarnos,al menos no se lo pongamos demasiado fácil.