Las termitas, como todo ser vivo, deben alimentarse. Además de detritus, hojarasca y otros elementos, estos insectos, como xilófagos que son, toman su energía de la madera. Amén de otros objetos que incluyen celulosa en su composición.
Nada está a salvo
Cortinas, alfombras, papeles Pocos son los materiales libres de celulosa y, por lo tanto, exentos de riesgo de alimentar a las termitas en nuestro hogar.
Esta plaga que, como cualquier otra, sólo busca sobrevivir, entra en los hogares por determinados «puntos débiles». La madera al aire o en contacto con el suelo es una de ellas. Por eso, en los lugares donde estos animales son un riesgo, las casas se construyen con «barreras» como materiales duros, sustituyendo o recubriendo las partes que sean susceptibles de un ataque.
Con todo, se han producido casos de termitas que han atacado plásticos blandos y aun plomo, de modo que, cuando pensemos en barreras, pensemos en, como mínimo derivados del petróleo endurecidos -existen algunos envenenados contra estos bichos- o incluso en metales «duros», como el aluminio, el hierro, el acero Por supuesto, una casa que no incluye madera o materias vegetales en su estructura está a salvo de daños. Además de que no es fácil ver que la termita ataque determinados tipos de madera como la secuoya o la teca.
Barreras químicas
Pero, ¿y las casas que no se han construido con estos criterios? ¿Qué hacer con los edificios, algunos de ellos antiguos, que no pueden «blindarse» contra las termitas? Pues existen soluciones químicas que, de hecho, sólo deberían usarse cuando es imposible reforzar las estructuras.
En cualquier caso, ya porque el edificio se haya construido con barreras contra ellos, ya porque se hayan añadido posteriormente estos insectos son evitables. Y, cuando no lo son, debemos asegurarnos de que un profesional se encarga de eliminarlos. De otro modo, pueden llegar a afectar a las vigas de madera, por ejemplo, y con ellas a la estructura del edificio y a su habitabilidad.