No existe una trampa ecológica universal contra las plagas: del mismo modo que los «visitantes» son muy variados, la forma de combatirlos, ha de serlo también. De este modo, nos queda comentar qué solución puntual pueda dársele a cada plaga. Y eso es lo que vamos a hacer, al menos mediante algunos ejemplos.
¿Qué hacer cuando nos enfrentamos, por poner un caso, a topos y topillos? Pues hacer que las galerías que excavan y que provocan daños en las plantas se les vuelvan inhabitables. Para ello, podemos recurrir a deslizarles dentro bolas de alcanfor.
Una plaga, un remedio
¿Y los caracoles y babosas? Un buen remedio es esparcir cada cierto tiempo ceniza sobre las plantas que devoran ferozmente. Otras ideas efectivas se refieren a rodear las plantas de cascara de huevo triturada o colocar junto a ellas un plato de cereza por la noche.
Más animalitos de cuya compañía no queremos gozar: las serpientes. Si rodeamos el perímetro con una cuerda de sisal, de un par de centímetros de grosor, estos reptiles van a encontrar su tacto desagradable y renunciarán a entrar.
Combatir el fuego con fuego
Si lo que deseamos es combatir una invasión de pulgones, basta con capturar unas cuantas mariquitas y soltarlas en el entorno. Estos animales están por encima de las cochinillas y pulgones en la cadena trófica
¡Ay! Las judías están plagadas por el gusano del hambre. Bueno: en este caso los echaremos colocando un trozo de patata o zanahoria con mucha turba: es un bocado que los gusanos prefieren, de modo que en cuanto vayan a por él, podremos «pescarlos».
Y los últimos bichitos a los que hoy combatiremos son las hormigas (todo un clásico). Si no queremos que nuestros frutales se vean invadidos, basta con pintar el tronco con una mezcla de agua y cal cada seis meses.
Desgraciadamente, no existe un remedio universal, pero sí muchas posibilidades para hacerle la guerra a las plagas de forma natural, sin agredir al medo ambiente.